11 de agosto de 2014

El miedo a la verdad

Poco o ningún valor se le da a la verdad en la era de la modernidad y aunque existen “atisbos de verdad” en determinados ámbitos como en las relaciones personales, en general es ocultada, despreciada y reprimida por la inmensa mayoría de la población. Además, el contexto social no hace nada por cambiar esta situación, sino todo lo contrario.

Pero, ¿qué es realmente la verdad? De las numerosas definiciones que se le pueden atribuir escogeremos solamente una, la que es sin duda la más importante para el sentido del artículo en cuestión: “la verdad es la descripción real de un acto o de un hecho”. Por lo tanto, la verdad no puede ser una, sino tantas como actos o hechos puedan darse. Tampoco puede ser una interpretación ni opinión sobre un hecho, sino la descripción real del hecho. Es decir, la verdad -o las verdades- deben ser descritas únicamente de forma objetiva, nunca subjetiva. Se podrá objetar entonces que dado que todos los hechos son hechos porque son contados e interpretados por las personas, la verdad solo podrá ser subjetiva y además relativa, pero esto es erróneo. En primer lugar, si son descripciones subjetivas entonces estamos hablando de versiones distintas sobre los hechos. En segundo lugar, la verdad sobre un hecho sólo es relativa en tanto lo cuenten más de dos personas diferentes, pero a pesar de lo cuál, la verdad sobre un hecho sólo puede ser única, aunque nunca se sepa ni pueda contarse. De hecho, las verdades relativas son una justificación de las mentes más retorcidas para admitir que no existe la verdad y que por tanto, toda acción resulta explicable por las circunstancias. Hoy en día, impera la creencia de que la verdad absoluta no existe y que solo puede ser relativa. Esta creencia ha hecho mucho daño al conjunto de la humanidad, pero ¿de dónde viene?

Esta creencia se ha forjado gracias o a pesar de una sociedad cada vez más numerosa, complejizada, artificializada y materializada. Es lógico: cuantas más personas, más acciones, cuantas más acciones, más hechos, cuantos más hechos, más interpretaciones, cuantas más interpretaciones, más subjetividad, cuanta más subjetividad, más relativismo, cuanto más relativismo, más versiones, cuantas más versiones, más dificultad para hallar la verdad, y por tanto, más mentiras. Así, hoy en día, no solo se niegan las verdades absolutas, se niega la verdad y se escoge la mentira, el engaño, la estafa, la manipulación, la seducción, la persuasión, el condicionamiento, la sugestión, la incitación, etc,etc,etc.

La verdad absoluta existe desde el principio de los tiempos y se puede aplicar en cualquiera de los contextos que se quieran exponer, mientras que la verdad relativa es un invento forjado con el paso de los siglos que sirve para idear y justificar un código moral acorde con las circunstancias culturales, religiosas o sociales. Así, actos violentos, ya sean físicos o psíquicos, son justificados como relativos y por tanto aceptables dependiendo de la época en que son cometidos, o peor, de quienes los cometen.

Pero ante todo, esta creencia impera por una total falta de valor hacia la verdad. Normalmente suele suceder que cuando algo no es valorado, se reprime y se aparta al subconsciente. ¿Cuál sería, por tanto, el valor de la verdad? Normalmente algo que tiene valor en sí mismo lo tiene por cuestiones elementales, pero siempre se puede extraer fácilmente preguntándonos para qué sirve. En este caso, ¿para qué sirve ser fiel a la verdad? Supongamos que ante un acto de violencia de una persona hacia otra, alguien cuenta la verdad sobre el hecho y otro alguien cuenta la mentira. Para juzgar ese acto con absoluto rigor y honestidad es imprescindible saber la verdad de lo que ha ocurrido. Si por el contrario, prevalece la mentira, el juicio siempre será  incierto y en muchas ocasiones el resultado será falso. Con la verdad puede haber un juicio justo, siendo este el único camino hacia la posibilidad de aprendizaje o de cambio. Este ejemplo sería muy básico pero puede valer para cualquier hecho o acción que queramos tomar.

La verdad sirve también como una vía necesaria hacia el valor de la autonomía personal y la libertad individual. Es decir, para que la auténtica libertad de una persona pueda darse es necesaria e imprescindible la total fidelidad a la verdad, pues sin ella siempre existirá el riesgo de la mentira, del engaño y con esto, de la manipulación. Sin la verdad ante los hechos o acciones, ciertas personas podrán fácilmente manipular a otras y por tanto someterlas a voluntad. Sin embargo, con la verdad, a menos que lo hagan por la fuerza, no podrán hacerlo de la misma forma. Digamos que la verdad es un paso decisivo para que los individuos puedan valorar la libertad ante el riesgo de ser sometidos, pero no es el único. Hoy en día, como tampoco se valora la libertad auténtica -al margen de las falsas libertades inventadas por el progreso- pocos son los que se dan cuenta de que lo que nos venden por libertad está fundamentado en una gran mentira. De ahí que para que se dé la auténtica libertad es imprescindible la fidelidad a la verdad.

Estas dos razones fundamentales que se derivan de la fidelidad a la verdad sirven para explicar su enorme valor, un valor que sin embargo no se tiene en cuenta, y de ahí que el sometimiento del fuerte sobre el débil haya sido una tónica que se ha repetido innumerables veces en las sociedades de la historia. De hecho, es lamentable admitir que las personas que forman la masa de la sociedad actual han tendido a preferir ser sometidos mediante el engaño sin pararse nunca a pensar porqué son sometidos, sin decidirse nunca a buscar la verdad. Ésta preferencia irracional ha contribuido definitivamente a forjar la idea de justificar la necesidad de una élite que someta a la mayoría. Puesto que a las masas les da igual si les mienten o no, es más, si con la mentira les prometen una vida colmada de deseos y supuesta felicidad, a pesar de que en la mayoría de los casos se queda en simples promesas, es decir, engaños, mientras que con la verdad solo recibirán castigo y aislamiento, sin duda, las masas elegirán su adhesión hacia la élite y por tanto a un mundo plagado de mentiras.

Procesos como estos, propios de una sociedad de masas controlada por una élite poderosa son una clarísima explicación de que dicha sociedad funciona con medias tintas y falsas verdades, con el consentimiento y justificación de la mayoría hacia la élite y la inmensa totalidad de adaptación hacia un mundo tremenda e injustamente falso. Todos los días, a todas horas se repiten actos de alabanza y apología a la mentira e indiferencia a la verdad, y nadie se inmuta, dejando como resultado un mundo inconmensurablemente cruel y despiadado. Ocultamientos a la verdad como las trágicas consecuencias ambientales y exterminio de especies por culpa del consumo frenético, ocultamientos a la verdad como la esclavitud y holocausto que padecen millones de animales, ocultamiento a la verdad que esconde el avance tecnológico, ocultamiento a la verdad que esconde la publicidad, ocultamiento a la verdad que esconde la dominación histórica de la humanidad justificando el proceso de civilización y el exterminio de las sociedades no civilizadas y un largo etcétera.

Pero no es el ocultamiento a la verdad la cúspide del problema, sino como hemos dicho antes, la falta de valor de la verdad, pues ¿de qué sirve decir la verdad si casi todo el mundo permanece indiferente a ella? Cuando estos ocultamientos son rebasados gracias a la valentía de unas pocas personas, cuando la verdad sale a la luz, cabría esperar una reacción mundial que jamás se produce precisamente por esto: la verdad se ha vuelto relativa en todas partes y por tanto justificable cultural, moral o religiosamente, es decir, circunstancialmente, y la relación que existe entre verdad y juicio o verdad y libertad son a su vez ignoradas o explicadas por dicha relatividad.

Para corroborar lo extraño que resulta la especie humana y sus inabarcables contradicciones, podemos argumentar que la verdad asoma de su represión en las relaciones más íntimas y personales en las que muchísima gente valora que su pareja o sus amigos le sean fieles, es decir, le sean sinceros, le cuenten la verdad y no los engañen nunca; una exigencia extendida que colma el egoísmo de cada cuál, reclamando verdad para nosotros pero sólo para nosotros. Esta racionalización que podemos llamar “atisbos de verdad” y que demuestra que la verdad no es que esté perdida, sino que está reprimida en el subconsciente, se quedan en nada si no se aplican al conjunto de la sociedad y hacia un altruismo que se extienda hacia todo ser vivo. ¿Por qué valoramos tanto la fidelidad a la verdad en nuestras relaciones más íntimas mientras que al mismo tiempo permitimos que nos avasallen con anuncios publicitarios, que representan uno de los atentados más graves a la verdad? ¿Por qué exigimos sinceridad hacia nosotros y al mismo tiempo giramos la cabeza cuando alguien nos cuenta verdades incómodas que suceden lejos de nuestras casas y que nos ponen en entredicho?

La respuesta está en el miedo ancestral que experimentamos hacia la verdad y por tanto hacia extraer la esencia de su valor. Mientras sigamos anclados en un mundo ficticio persiguiendo sueños inalcanzables al margen de la realidad, la verdad seguirá en el subconsciente reprimida sin permitir al ser humano salir del atolladero en el que se encuentra y en el que ha metido de forma inconsciente a todo ser viviente.

2 comentarios:

  1. Hola,compañero,soy revolucion y he estado echando un vistazo a tu blog.Muy interesantes las entradas y muy agudas.
    Sobre el tema de la verdad,totalmente de acuerdo,Es un asunto complejo el saber como convencer a la gente de que la verdad es un valor y no el dinero o los coches de lujo.
    ¿Por qué valoramos tanto la fidelidad a la verdad en nuestras relaciones más íntimas mientras que al mismo tiempo permitimos que nos avasallen con anuncios publicitarios, que representan uno de los atentados más graves a la verdad?
    Cierto,de hecho no son pocas las veces que tengo que discutir con gente cercana.Es decir,¿no admitimos un engaño de nuestro amigo,de nuestra pareja,de nuestro vecino,por pequeño que sea y admitimos que nos estén engañando constantemente desde los mensajes publicitarios,programas televisivos,telediarios,políticos,especialistas varios,etc,etc?Esas personas que están a nuestro nivel son las que pueden ayudarnos,sin embargo no perdonamos,¡pero sí a los diversos poderes!Aún sigo reflexionando sobre porqué se produce esto.Cuando alguién va al médico-ese supuesto semidios que todo lo puede,el factotum del cuerpo humano-va con la predisposición de alguien que se deja hacer,pues ese al que va,es una especie de salvador.Sin embargo,no son pocas las veces que te enteras que no solo no le han curado bien,sino todo lo contrario,le han dejado alguna tara,¿aceptará este ciudadano un error tan grave en cualquier otro que no sea un especialista salvador?Por otra parte,la verdad ya ha sido vulnerada de medio a medio,pues cuando se va al especialista es porque se le ha dado la impronta de sanador,casi al mismo nivel de dios,de algo "matemático",que no puede fallar,a la postre.

    Puesto que a las masas les da igual si les mienten o no, es más, si con la mentira les prometen una vida colmada de deseos y supuesta felicidad, a pesar de que en la mayoría de los casos se queda en simples promesas, es decir, engaños, mientras que con la verdad solo recibirán castigo y aislamiento, sin duda, las masas elegirán su adhesión hacia la élite y por tanto a un mundo plagado de mentiras.

    Totalmente cierto.Parar esto sí que es difícil,quizá no tanto por la parte de la felicidad-aunque es muy importante para la gente hoy día-sino por la parte del miedo al poder.Este sí que es el talón de aquiles.La felicidad es un estado mental difícil de asir,en este sentido están los diversos escritos de autores como Séneca,donde olvida el significado de felicidad,lo obvia por inasible o Plutarco,donde repite en su Moralia en diversas ocasiones una frase de una obra de Eurípides,la felicidad no es eterna,sino efímera.Ciertamente,el engaño de la felicidad es grande y tanto más evidente se hace cuando lo comprueba uno mismo.No creo que haya nadie que pueda pasarse el día feliz,aunque crea que reir sin sentido y de manera forzada constantemente es estar feliz.En este sentido,Séneca hace referencia a gente que tiene amistades,¡pero no tiene ningún amigo!También se puede uno pasar el dia riendo,pero no estar feliz.
    Seguiré leyendo el blog,me parece muy interesante y este artículo sobre la verdad es para difundir por todos lados.
    Un saludo.

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  2. Gracias por la respuesta y por tu apoyo.

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