26 de julio de 2014

Carne es esclavitud


No deja de ser preocupante que las prácticas esclavistas continúen hoy en día tan vigentes o más como en el pasado, pero como están reducidas a los animales no humanos no son tomadas en cuenta por casi nadie, lo que lleva a afirmar de forma tajante que la esclavitud sistemática hacia los animales no existe. Incluso en el caso de que la sola mención de la esclavitud hacia los animales venga a perturbar la “ficción en la que vive la mayoría de la gente” resulta ser justificada en muchos casos por la visión antropocéntrica de que “los animales están en el mundo para servir a los humanos, porque además, así ha sido desde siempre”, como si los animales hubieran nacido con ese fin. Ante la objeción de que no todos los animales domesticados son usados como esclavos, sino que algunos son amados y respetados como los perros y cada vez más los gatos -al menos en la teoría-, para evadir el problema y salir del paso se suele utilizar el recurso de la consideración selectiva que no deja de ser una explicación igual de antropocéntrica que la anterior: “mientras que unos animales nacieron para ser amigos de los humanos otros lo hicieron para ser comidos”.

Mal que les pese a todos los que se han visto en situaciones como éstas que juzgan de algún modo nuestra forma de considerar a los animales, la esclavitud hacia ellos no solo es un hecho real, sino que es una práctica deleznable justificada por cuestiones de discriminación hacia especies diferentes (especismo) o de arrogancia de superioridad humana (antropocentrismo). Pero el problema principal de esta cuestión no es la justificación que se le da mayoritariamente en las pocas ocasiones que aparece el debate, sino que la esclavitud sistemática hacia los animales es un hecho oculto por casi todo el mundo porque precisamente es una verdad molesta, incómoda, una verdad que nos juzga y nos pone en entredicho. Sin embargo, el propio hecho de que estas prácticas permanezcan ocultas por los medios de comunicación por fuerza ha de significar algo.

También es significativo el hecho de que el ámbito en donde se dan más prácticas esclavistas es en el de la alimentación, en especial en el consumo de carne, leche y huevos, puesto que no deja de ser casual que un gran porcentaje de la población mundial que rechaza el maltrato animal, el uso de animales para pieles, la experimentación o los espectáculos con animales, justifica y apoya sin embargo el uso de animales para comer, sabiendo que dicho ámbito explota, esclaviza y asesina a miles de millones de animales al año en todo el mundo, independientemente del relativismo cultural y religioso. No estamos diciendo que en otros ámbitos como el que representa la industria peletera o las industrias que realizan experimentos científicos con animales no se den prácticas esclavistas, sino que la de la industria cárnica es inmensamente mayor en cifras, en grado de esclavismo, violencia y a buen seguro en nivel de sufrimiento. Por lo tanto, debemos recordar que carne no solo es asesinato, es ante todo holocausto, y como titula el artículo, también es esclavitud.

El procesamiento de la carne, además de ser algo oculto por parte de la industria cárnica y de los medios de comunicación colaboradores, está clarísimamente basado en prácticas esclavistas ampliamente probadas y grabadas por varias organizaciones de defensa de los animales. Dichas prácticas comienzan desde el nacimiento de cada animal hasta que son enviados al matadero para su asesinato. En el transcurso de su corta vida, los animales son expuestos ante las más lamentables condiciones de vida, encerrados en jaulas miserables, hacinados, humillados y separados de sus crías a los pocos días de nacer, mutilados para evitar que entre ellos se causen heridas, obligados a engordar lo más rápidamente posible para ser enviados al matadero y ofrecer a las empresas del sector el mejor rendimiento y el máximo beneficio.

A pesar de que dentro de las numerosas prácticas esclavistas que se dan en los diferentes procesos de alimentación animal, sin duda, hay algunas que repugnan por su extremada crueldad como puede ser la de la penosa obtención del foie-grass de los gansos, y que ya ha sido prohibida en algunos países. Esta práctica deleznable y despiadada, que a ojos de muchos consumidores refleja un extremo de crueldad despreciable, tiene básicamente el mismo objetivo de alcanzar el máximo rendimiento de cada unidad de producción (llamados así a cada vida animal). Sin embargo, no deja de ser una práctica demostrable de esclavitud como la que puedan sufrir cerdos, vacas, ovejas o gallinas.

Si hablamos de esclavitud hacia los animales no tenemos la necesidad de hacer comparaciones con la esclavitud que sufrieron durante la historia algunos grupos concretos de humanos, ya que hay claras diferencias esenciales que las distinguen. En primer lugar, la esclavitud humana se ha basado en el beneficio de la servidumbre y el trabajo forzado, por lo que no tiene que derivar en holocausto, mientras que la esclavitud hacia los animales ha tenido siempre como objetivo su consumo por ser considerados seres de otra especie a la humana y porque el canibalismo ha sido rechazado en prácticamente todos los pueblos de la historia. En consecuencia, la práctica esclavista hacia los animales que forzosamente siempre acaba en asesinato, ha derivado en holocausto al haberse convertido en una inmensa industria que debe alimentar a miles de millones de personas en todo el mundo.

Esta clarísima diferencia de base marca una gran diferencia e inclina la balanza negativa hacia los animales porque no solo son condenados a esclavitud sino a asesinato justificado socialmente por cuestiones supuestamente culturales, que analizadas objetivamente no dejan de ser mitos infundados como el de “siempre hemos comido carne” o “la carne es salud” y que están empezando a ser desmontados por aquellos que valoran la verdad por encima de cualquier consideración, además, por supuesto, del respeto por la vida ajena y de acabar con el sufrimiento innecesario.

Hallamos otra diferencia fundamental en el proceso de liberación, que si bien en la esclavitud humana ha durado siglos y ha concluido con la absoluta prohibición de la práctica esclavista -al menos física- en casi todo el mundo -y a pesar de que ilegalmente aún existe- es común encontrar documentos que atestiguan que en épocas y lugares diferentes muchos esclavos podían mejorar sus condiciones de vida a lo largo de su injusta condena e incluso otros muchos podían llegar a  liberarse concediéndoles los amos la manumisión. Cualquiera de estos dos hechos son del todo inconcebibles en la esclavitud sistemática hacia los animales, cuyas escasas mejoras que se les conceden se limitan al ensanchamiento ridículo de las jaulas de cautiverio y que se suele hacer por cuestiones de falsa humanidad y lavado de conciencia hacia los consumidores.

Aunque la práctica esclavista hacia los humanos fue durante muchos siglos una práctica legal, justificada e incluso valorada por las clases sociales pudientes, la que sufren los animales no solo es legal, sino que se ha convertido en una poderosa industria que contribuye directamente a perpetuar el sistema económico de rapiña actual y que cuenta además con el beneplácito de millones de consumidores, incluso de aquellos que supuestamente dicen estar en contra de dicho sistema. Así, las grandes empresas del sector cárnico como KFC, McDonalds o Burger King son los principales estandartes de la esclavitud, disfrazada a menudo por pseudocampañas publicitarias que buscan el consuelo de los consumidores, pero que ingenuamente demuestran que “si tanto disfrazan es que algo malo esconden”. Además de prácticas esclavistas contra los animales, estas multinacionales son denunciadas -quizás no suficientemente- por sus siniestros atentados contra el medioambiente y contra la salud de los propios consumidores a los que incita.

Algunas personas han propuesto que, ya que el problema principal es la forma en que tratamos a los animales, la solución estriba en abolir las prácticas esclavistas, sin abolir su encierro, pero la pregunta sería: ya que la base del sustento de la industria cárnica, lechera y de los huevos se halla en el máximo rendimiento mediante el engorde del animal para alimentar a la inmensa mayoría de la población mundial, ¿cómo podría hacerse esto sin tener que aplicar a los animales prácticas esclavistas? Sencillamente no se puede ya que los animales siguen siendo recursos. Es decir, la única forma que se podría llegar a esto es en el caso de que se diera un drástico descenso del consumo de carne en todo el mundo, algo que acabaría rápidamente con la industria cárnica y lógicamente con la cantidad de animales usados para alimento. En este caso, ¿qué sentido tendría seguir criando a unos pocos animales para alimentar a unas pocas bocas?

Con todo, debemos aclarar por otra parte que la esclavitud hacia los animales, que sin duda se refiere a la forma en que son tratados, dejando a un lado la cuestión de si deben ser tratados, no debe de ser óbice para el cuestionamiento principal de si tenemos derecho a usarlos como recursos, algo que irremisiblemente ha evolucionado de la domesticidad más primaria a las deleznables prácticas esclavistas de hoy, y a los hechos nos remitimos. Aún en el todavía lejano caso de que se abolieran las prácticas esclavistas porque ha descendido el consumo de carne, seguiríamos preguntándonos ¿por qué seguir alimentándonos de carne o productos derivados de los animales sabiendo que no es necesario hacerlo? o ¿por qué no liberar de forma definitiva a los animales domesticados y darles la oportunidad de una vuelta a la naturaleza que en su día se les arrebató? Al fin y al cabo, el acto de la domesticidad que luego derivó en esclavitud es un acto de invasión, dominación, engaño, selección, violencia y degradación.

No puede haber un mundo futuro humano diferente que continúe perpetrando la violencia y la esclavitud hacia millones de animales, y si lo hay, forzosamente seguirá siendo falso e indigno. La liberación animal en todos sus sentidos y su posterior protección para su vuelta a la naturaleza es sin duda un paso más que debe darse hacia la transformación social de la humanidad y su posible integración en el medio natural.


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