19 de junio de 2013

Objeción al sistema

Nunca antes ninguna comunidad de humanos había vivido el modo de vida que nos ofrece la modernidad. De hecho lo que antiguamente se conocía por comunidad, hoy ya no existe. Solo existe la masa, gobernada por el sistema. Pero, ¿qué es el sistema?

Para algunos el sistema es un grupo de personas ocultas que llevan tramando un plan maquiavélico para gobernar, controlar, alienar el mundo y que ahora están muy cerca de conseguirlo totalmente gracias a un supuesto “gobierno único mundial”. Son normalmente ideas provenientes de la teoría de la conspiración. Para otros, se trata de una relación de poder entre opresores y oprimidos, o entre ricos y pobres, que son las diferencias entre las tradicionales clases sociales que empezaron con la alienación y la división del trabajo. En este caso, el poder es más etéreo y no tiene porqué ser oculto, pero para este grupo son los responsables de que millones de personas vivan en la alienación o en la miseria.

Sin embargo, habría otra definición para sistema menos escuchada y menos entendida, pero no menos crucial. Esta sutil definición responde a veces a lo que se ha llamado la crisis de las conciencias. El sistema en realidad no es ningún plan secreto de ningún club secreto, ni tampoco es un grupo reducido de personas ambiciosas y egoístas que oprimen a otras. El sistema es algo mucho más complejo que eso. El sistema es el conjunto abstracto de ideas, normas, convenciones y vicios que nos oprimen a todos y cada uno de los seres humanos, motivados por un proceso evolutivo forzado por las circunstancias, lo que vendría a ser una desviación evolutiva. Por tanto, el sistema nos afecta a todos, al menos a todos los individuos que formamos el mundo civilizado -el 99,99 %- en contraposición al mundo que aún no ha sido civilizado.

Cualquiera podrá decir que esta definición me la estoy inventando. Ciertamente es así, y por ello es necesario que la justifique para dar credibilidad al argumento. Lo haré de dos formas: la primera históricamente y la segunda, por explicaciones consecuentes.

El largo proceso del sistema comenzó de forma simultánea a la civilización -como estado opuesto a primitivo-, siendo la característica esencial el concepto de domesticación tanto de plantas y animales primero como de humanos después, que de forma genérica se dio en llamar dominación. Como decimos fue un proceso largo, pero corto en comparación con el total de la edad humana. Este proceso es el resultado de una transformación gradual que supuso y supone lo que hemos llamado desviación evolutiva. Pero, ¿por qué desviación?

Tan sencillo como que durante cientos de miles de años el ser humano había vivido en la naturaleza como un animal más. Ciertamente lo era. Su economía era exclusivamente depredadora y de subsistencia, es decir, recolectaban, cazaban y consumían solo lo estrictamente necesario. Además era nómada o seminómada y vivía en pequeñas tribus o comunidades distantes unas de otras. Esto permitía al medio regenerarse y vivir en un constante equilibrio con el resto de especies. Ni mucho menos la vida de aquellos humanos era ideal, no estamos diciendo esto, pero sí más igualitaria, más libre y lo más importante, más respetuosa con el medio que le rodeaba que la actual. Son varias las causas expuestas por diversos antropólogos encaminadas a explicar el porqué el ser humano primitivo fue rápidamente sustituyendo este modo de vida por una economía productivista con la agricultura y la ganadería intensiva hasta que fue engullendo todo vestigio cazador y recolector, pero para lo que estamos tratando ahora no son importantes. Lo esencial es que es en este punto cuando empieza la desviación, cuya característica clave es el poder de dominación.

La otra explicación que ofreceré es más contundente: el sistema es una abstracción que gobierna las mentes de las personas y que ha operado durante miles de años pasando de generación en generación por el efecto de la tradición, la costumbre, la imitación y la idea del progreso, dejando un resultado nocivo en forma de degradación de los valores humanos. En vez de transformarse en un animal racional moral, el ser humano tomó la vía fácil, aquella que aflora sus vicios más profundos y reprime lo trascendental. Al mismo tiempo se trata de la peor consecuencia de dicho sistema, ya que abre la puerta de acceso hacia la deshumanización.

La cuestión por la que el concepto de sistema confunde tanto a la gente es porque se ha vuelto piramidal, pero la perspectiva de la pirámide es relativa. La mayoría de la gente solo ve dos escalones: opresores y oprimidos. En realidad hay tantos escalones como situaciones de individuos, pues si el más rico oprime al que está por debajo, éste oprime al que está por debajo de él y así sucesivamente, siendo esto una prueba inequívoca del efecto de imitación expresado con el siguiente ejemplo: “como el de arriba oprime, manipula o engaña, yo también puedo hacerlo”. Pero detengámonos aquí con este planteamiento: ¿por qué creemos que nos están oprimiendo? ¿es realmente opresión? Si decimos que el sistema afecta a todos es porque todos aplican el sistema para vivir del mismo modo, es decir, oprimiendo o al menos colaborando en algún tipo de opresión. Sucede a menudo que muchos son opresores sin reconocerlo, como la opresión que ejercen todos los humanos con los animales.

Lo más espectacular de todo este tinglado es que se tiene la funesta idea de que los opresores, normalmente equiparados con los ricos o los poderosos, son los malos, como si a ellos no les afectara las repercusiones del sistema. De hecho, es a ellos a quién más ha afectado el sistema y la degradación, pues hasta tal extremo de corrupción mental han llegado que han perdido todo rasgo de humanidad para con sus semejantes. Pero casi nunca son más felices, ni más libres, ni mejores. El problema es que por factores forzados, se ha impuesto la degradante idea de que “cuanto más tienes, más vales”. Pero esta idea es una más de tantas que nos ha sido legada de forma perniciosa y por la fuerza. En relación con esto tiene que ver el también tergiversado concepto de la miseria. Sorprendentemente, algunos reductos de grupos primitivos nos enseñan una comunidad con escasas necesidades, escasas posesiones y que viven una vida despreocupada. Al contrario, millones de personas cuyas necesidades y bienes se multiplican a cada segundo, viven sin saberlo en una absoluta miseria espiritual.

Tampoco se puede afirmar que ha habido un plan histórico de estos poderosos por controlar al “ganado” humano. Si el poder se ha perfeccionado y ellos se lo han creído es porque las circunstancias han devenido propicias para ello. Pero fueron solamente los hechos del pasado los que motivaron este perfeccionamiento.

El resto de consecuencias fatales son las que afectan directamente al resto de especies animales, domesticadas o no, incluidas una buena parte de la humana, que se convierten en las mayores víctimas del sistema. Después tenemos las consecuencias ambientales, incrementadas de forma desproporcional con la llegada de la civilización industrial y más tarde la tecnológica, con la destrucción de ecosistemas enteros, mayor a medida que dicha tecnología se vuelve más y más compleja.

Pero todavía hay más sutileza en el asunto, pues la propia tecnología, convertida en una trampa mortal, la industrialización, la masificación, la vida urbana, la especialización laboral, la jerarquización,  son el resultado de las ideas más funestas transformadas en cosas tangibles  que fomenta el sistema, ya que atentan directamente contra la naturalidad del ser humano, contra su moral, contra todo rasgo de humanidad, contra su propia libertad y autonomía y porqué no decirlo, contra su animalidad.

Es extraordinario y no deja de ser al mismo tiempo triste, que millones de personas vivan al margen de todos estos problemas derivados, o mejor dicho causados por el ser humano y sigan consumiendo y contribuyendo a avivar la degradación. Y finalmente, esto se explica por la perniciosa idea del progreso, por el cuál se justifica de forma engañosa que el ser humano debe avanzar y jamás retroceder. Así, nos repiten una y otra vez que el progreso debe continuar, que el retroceso es malo; pero seamos cabales: el único avance que hay aquí es el de la degradación. En el fondo de vosotros mismos lo sabéis.

Por desgracia, muchas de las personas que creen que todo obedece a un plan muy bien urdido, sea secreto o no, muchos de ellos pertenecientes al movimiento llamado izquierdista, se creen que la sustitución de dichos mandatarios por otros más benévolos cambiaría el estado de las cosas, es decir, piensan tozudamente que el sistema se basa en opresores contra oprimidos, ricos contra pobres, verdugos contra víctimas,  y esperan vivir en un mundo supuestamente utópico algo más amable sin acabar con el problema de raíz, es decir, con todas aquellas ideas que seguirán viciando la virtud de lo humano.

Con estas palabras llegamos a la conclusión de que el sistema debe ser cuestionado primero, -algo que ya hemos hecho aquí en parte- y rechazado después, pues comprobado está que el sistema no puedo dejar nada bueno, sino todo lo contrario. Pero ¿cómo rechazarlo? abandonando en todo lo que uno o una pueda el conjunto de ideas, normas, convenciones y vicios que el sistema nos ha legado para crear un nuevo modo de vida, más igualitario, más libre y más respetuoso con el medio y las especies. Esto no tendría porqué ser necesariamente un retroceso, aunque si lo fuera estaría justificado. Es nuestro deber como animal racional moral que todavía somos.

Obviamente esto es una tarea que incluso para personas que son conscientes de ello, es harto difícil, pero hay fórmulas que pueden ir bien encaminadas al rechazo, si no total, sí al menos parcialmente. Al menos si las ponemos en práctica estaremos seguros de que de alguna forma estaremos combatiendo al sistema, aunque tengamos que seguir manteniéndolo.

Las objeciones que iré transmitiendo en este espacio próximamente no son ni mucho menos soluciones directas ni propuestas de solución. Tan solo son formas diversas de combatir el sistema, que por otra parte no tienen porqué ser las únicas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario