4 de octubre de 2014

El mal de la indiferencia

Los sustitutos dogmáticos que han creado las sociedades de consumo sumen al ciudadano medio en un mundo de ficción marcado por la obsesión de que la vida consiste en trabajar para divertirse a costa de todo. Así, los asuntos más trascendentales que afectan a individuos que nada tienen que ver con este modo de vida son relegados al olvido en una suerte de indiferencia tanto o más destructiva que el hecho de hacer desprecio. Además, y a pesar de que este sentimiento tan negativo guarda estrecha relación con el egoísmo más cerrado, la indiferencia padece de ausencia total de corrección.

En esencia, se podría objetar que un sujeto que muestra tendencia a la indiferencia no debería tampoco sentir interés por ninguno de estos sustitutos creados intencionadamente como forma alienante de las masas, pero precisamente hay que recalcar que esta intención logra sumir a la masa consumidora en tal indiferencia, ya que los sustitutos, además de que están fundamentados en el condicionamiento del individuo, no contemplan nunca materias reflexivas ni trascendentales, sino superficiales e inmediatas.

Por ello, al margen de los sustitutos de condicionamiento, la indiferencia sí que afecta a una gran mayoría de personas, que dicho de forma coloquial “pasan” de inmiscuirse en cualquier asunto  que no afecte a sus vidas. En este punto, egoísmo e indiferencia se confunden aunque a menudo van de la mano. Quizás una diferencia sea que, al menos en esencia, el egoísmo es más consciente, mientras que la indiferencia lo es menos, lo que acarrea, como decíamos, serias dificultades a la hora de corregirse. También debemos descartar cualquier interés por los asuntos políticos o económicos, ya que éstos se han convertido en poderosos instrumentos de control, condicionamiento y alienación, lo que supone que si existe interés, éste ya está de antemano condicionado en una dirección clara y por consiguiente no puede haber neutralidad.

Con todo esto queremos decir que este pasotismo hacia lo trascendental ha sido el fruto de largos años de obstáculos y que la indiferencia no resulta en modo alguno un estado neutral. El ciudadano medio se recrea continuamente en toda esta serie de sustitutos, sumergiéndose más y más en su dependencia, demostrando un apego dogmático, y en contraposición, padece indiferencia y egoísmo por las preguntas más elemantales de la vida, la filosofía, la forma de mejorar la conducta o el respeto por la vida ajena. Así, cualquier cuestionamiento moral es ahogado apenas entra en contacto con la vida desenfrenada de las masas.

En esta distorsión, los sujetos que más sufren la indiferencia generalizada son aquellos que menos pueden defenderse, los animales, los indígenas o los pueblos en proceso de civilización, que son rápidamente y antes de que nadie pueda plantearse nada en su favor, relegados al olvido más miserable cuando no son humillados o despreciados. Debemos incidir en que la indiferencia que queremos mostrar aquí no es en modo alguno no contextual, es decir, no es la que padece aquel sujeto que ni opina ni contesta, que todo le da igual y que nada parece interesarle, sino la de la masa que se deja adaptar o condicionar por la norma social.

Sea como fuere, la indiferencia neutral o la motivada por el contexto es el fruto de un carácter que tiende de forma recurrente a la falta de interés por reflexionar o a una educación demasiado orientada a la socialización y poco a la filosofía y el espíritu crítico. Por supuesto, la educación es la antesala para formar adeptos al sistema productivista y consumista, por lo que no se puede esperar gran cosa. Algunos intelectuales han llegado a decir incluso que antes prefieren una mente que juzga con desprecio que aquella que se abstiene siempre de inmiscuirse en asuntos de importancia social y menos de juzgarse a sí misma.

El resultado final de la indiferencia de las masas es ante todo una falta de sensibilidad, empatía y compasión por quienes más sufren, además de una negación de asumir el grado de responsabilidad que siempre existe. Por otra parte, es también un refuerzo del egoísmo en general y en muchos casos concretos, de la arrogancia y la soberbia humana.

2 comentarios:

  1. En la batalla por las ideas,situación que se debe dar antes de cualquier cambio significativo,es uno de los peores males que puede haber.Esta cuestión es crucial,pues sin seres aptos para pensar en la mejora personal y colectiva no hay cambio posible que se pueda dar.El mal exige muy poco,por así decir es cómodo.Yo creo que no se hace el mal(salvo unos pocos)por el hecho de hacerlo,sino que se hace porque es muy cómodo no hacer nada,mantener una existencia epicureo-hedonista que te mantenga libre de preocupaciones.El poder es inteligente y siempre utilizará esta baza para mantener el statu quo.Por otra parte,no sé si sería lícito comportarse como los dominadores y dar la "vuelta a la tortilla",es decir,adoctrnarles en el sentido contrario,por muy bueno que sea ese otro método.Creo que es algo que debería ser elegido por las personas,buscado desde ellas hacia ellas,para luego entrar en el magma colectivo.Decía Cicerón que antes de la amistad viene la virtud,pues sin ésta no puede haber verdadera amistad.Es cierto,antes del sujeto que piensa en los problemas colectivos y que atañen a todos debe haber un proceso de mejora personal,o virtus para los romanos.Por otra parte,creo que esto es bastante difícil,no va a haber nunca adhesiones completas,y esto debe ser desterrado por siempre.En cualquier tiempo,siempre habrá una gran masa de individuos gregarios que seguiran lo que les ordene el individio o colectivo poderoso de turno.Esto siempre será así.Incluso defenderán un sistema horrible con tal de mantener su actual estado.Quizá no sean todos,pero sí una gran parte.Ahora mismo es complicado pensar en sacar a la gente del estado de apatía mental,este es el problema que nos supera a todos los que queremos un cambio de consciencia colectiva.

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  2. El estado de apatía mental general tiene mucho que ver con la creencia de que cualquier sociedad debe ser guiada por líderes, incluso en muchas personas que ven claramente la necesidad de un cambio. Tras largos siglos de formación de las masas en creencias de este tipo y de otras tantas, uno tiende a pensar si de verdad es posible un cambio de consciencia colectiva o por el contrario, las masas están condicionadas hacia ciertos patrones de comportamiento que se repiten de forma indefinida y los únicos cambios serán siempre individuales.

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