7 de marzo de 2014

La falacia de la clase media

“La historia humana ha sido una historia de lucha de clases”. Sin duda esta frase resume muy bien una de las partes de la historia, pero no toda. Decimos no toda porque quizás existen otros aspectos más sutiles que definen la historia, pero también porque en las últimas décadas el concepto de lucha de clases está siendo atacado seriamente por aquellos prosistema más arrécimos. Uno de los recursos más utilizado y que confirman este ataque es el de la llamada clase media. Pero ¿qué entendemos comúnmente por clase media? Como es habitual, la definición que podemos ofrecer aquí no será exacta ni totalitaria, sino una entre varias y eso sí, tratando de justificar ésta acorde a la realidad.


La lucha de clases surge en primer lugar por la obviedad de admitir que en las sociedades civilizadas existen clases cuyos privilegios distan mucho de ser igualitarios. El cómo se hayan creado estas clases a lo largo de la historia no es el objetivo de este artículo, pero sí apoyar la justificación de la lucha de clases. Aunque si bien dicha lucha ha de admitir la existencia de las diferentes clases sociales, esto no quita que la lucha ha sido siempre una causa justa en busca de una sociedad más equitativa, independientemente de cómo haya sido abordada por marxistas, leninistas o anarquistas. No ha sido coincidencia tampoco que la lucha de clases se englobe en un movimiento más amplio en donde se cuestione a la vez el sistema económico imperante que favorece, dicho sea de paso, la perpetuación de las clases ricas en detrimento de las clases menos favorecidas.


Es hasta hace poco más de un siglo, con el crecimiento de las ciudades, la instauración del capitalismo como ideología y la invasión del consumismo y la tecnología cuando la lucha de clases histórica ha perdido todo su sentido para dar paso a la creación falseada de la llamada clase media. Podríamos decir en primer lugar que el concepto de clase media es una desvirtuación de la histórica lucha de clases. De hecho, la clase media ya no está inmersa en dicha lucha porque se refiere a una clase global y mayoritaria cuyo principal interés es el consumo y mediante el cuál se tiende irremediablemente a un conformismo insidioso que anula la capacidad de juicio y acción del individuo. No es de extrañar por tanto que dicho concepto haya sido difundido de forma perversa por la propia clase pudiente para acabar para siempre con la amenaza de la lucha de clases. De hecho, el objetivo es claramente desterrar la histórica lucha de clases. Se diría que han sabido aprovechar las nuevas tendencias conformistas para  justificar dicho concepto. Por esto mismo su esencia resulta falaz.


La clase media se ha ido imponiendo en un contexto de bonanza, de aumento constante de población, en donde las guerras quedan van quedando lejos, y en donde el aumento de producción y consumo se hace patente. En este ambiente, las personas se relajan y se dejan llevar por los dirigentes y por las grandes marcas transnacionales. Pero sobre todo, inconscientemente se dejan engañar por los medios de comunicación que son aquellos que mejor conforman el concepto de clase media y quienes finalmente terminan moldeando su esencia.


La clase media alcanza un nivel de vida que sin ser ostentoso y estar basado en el lujo, se encuentra dentro de lo aceptable para vivir una vida sin complicaciones, con los derechos justos y necesarios para no tener razones para quejarse demasiado y con el incentivo de que siempre se puede aspirar a más, aunque en la realidad solo unos pocos lo harán. Esta clase ya no es ni obrera ni luchadora pues se nos vende como la clase que ha superado la histórica lucha de clases, pero lo peor es que se obvia que el principal interés de dicha clase es el consumismo por tener este término una connotación un tanto dudosa y así, en vez de llamarse “clase consumista”, un nombre más apropiado pero lleno de carga, se le llama clase media. En el contexto en el que vivimos, la clase media se ha impuesto porque ofrece precisamente el final de la lucha de clases, pero sin darnos cuenta nos imbuye no solo en el conformismo, sino también en la envidia, la ambición, la condición de estatus o la degradación espiritual.


Ahora, tras la supuesta crisis económica actual, en donde la subida de precios no ha correspondido a la de salarios, en donde el paro ha subido significativamente, la clase media ha sufrido un revés importante pero en absoluto provocado por el poder, sino por las características propias de un sistema tan complejo como absurdo y que en sí mismo justifica la existencia de clases. Así, paradójicamente, los movimientos ciudadanistas, los sindicatos y los grupos izquierdistas que culpan a los políticos de turno, defienden inconscientemente la creación de empleo que no es otra cosa que el aumento de la producción y por ende del consumo, es decir, el reestablecimiento de una nueva clase media (consumista), es decir, la postración ante el poder que tanto atacan. Grupos éstos inconscientes de la verdadera crisis actual económica, inmersa en una mayor crisis de recursos, ecológica y espiritual.


El objetivo de la lucha de clases no fue ni será jamás la creación de una clase media consumista, conformista y condescendiente con el poder establecido porque resulta mucho más cómodo así; no. El objetivo de la lucha de clases es algo mucho más profundo y radical: en primer lugar, la propia eliminación de las clases sociales; en segundo lugar, la destrucción del sistema productivista o capitalista y en tercer lugar, el propio cuestionamiento del progreso, la invasión tecnológica y las sociedades de masas como factores destructivos del medio natural.

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