10 de julio de 2013

Objeción al consumo

Este tipo de objeción como forma de combatir al sistema establecido es esencial, pues el consumo frenético se ha convertido en una de las piezas clave para que éste siga funcionando. No se trata de dejar de consumir, sino hacerlo de una forma más racional y con moderación. Para ello se hace inevitable un descenso significativo en el consumo per cápita.

Si analizáramos concienzudamente de donde viene este afán enfermizo por el consumo y en especial por el consumo superfluo, claramente nos tendríamos que remontar al gran emerger de la era industrial y publicitaria, en donde la producción empezó a sufrir un proceso que se ha llamado catalizador, por el cuál, ésta se aceleraba a velocidades cada vez mayores. Pero para que la producción pudiera mantenerse y acelerarse se hacía estrictamente necesario que el consumo se desarrollara al menos a la misma velocidad, de ahí que los analistas más retorcidos buscasen los métodos más apropiados para estimular el consumo. Y para ello valía cualquier cosa, siendo la publicidad uno de los recursos más valorados a nivel competitivo.

Una de las primeras técnicas era la multiplicación infinita de las supuestas necesidades, más allá de las necesidades básicas. Lógicamente, esto no fue explosivo, porque a lo largo de la historia invenciones de todo tipo ya habían hecho sus pinitos para este fin. Sin duda, la era industrial y tecnológica trajo consigo el triunfo de lo superfluo. No solo se trataba de incrementar el consumo -algo que por otra parte era inevitable porque la población estaba creciendo-, sino de multiplicar hacia el infinito las necesidades que venían aparejadas con cada invento. Por tanto, no es, como falsamente se ha difundido, que cada invento o innovación responde a una necesidad, sino al revés; por lo general, los inventos crean no una necesidad, sino miles de necesidades derivadas de ellos.

En un lapso de tiempo relativamente corto, las necesidades básicas lo siguen siendo, pero ahora se le han sumado millones de necesidades más. ¿Por qué? Porque en una sociedad que cada vez se vuelve más compleja y exigente, el modo de vida requiere un incremento de las necesidades y prácticamente todos los inventos que se incorporan responden a estas nuevas necesidades creadas previamente. Pondremos un ejemplo: el invento final, tras varias pruebas, del vehículo motorizado, responde a una necesidad creada de moverse a mayor velocidad en un mundo que cada vez exigía mayor producción. Hablar del transporte de mercancías por tierra o por aire solo cambia la forma y la velocidad, pero el objeto es el mismo. Posteriormente el transporte privado de personas y no solo de mercancías se hace igual de imprescindible, ya que además tiene el filón de que reporta una supuesta libertad a los utilitarios. 

Siguiendo los pasos de este mismo ejemplo en este punto, el vehículo privado se irá perfeccionando creando nuevas necesidades y comodidades como por ejemplo el aire acondicionado. Lógicamente, nadie podía resistir un viaje en un coche a cuarenta grados en los lugares más calurosos del planeta y entonces se hace necesario introducir pequeñas innovaciones como esta que se acaban convirtiendo en necesidades básicas. Para terminar este ejemplo y justificar este argumento, el desarrollo del coche privado motivó el incremento de los sistemas de seguridad debido al alto índice de siniestralidad, lo que posibilitó un mundo nuevo para la producción automovilística, la tecnológica y también por cierto para las empresas aseguradoras. Todas juntas hacen inevitable el aumento desproporcionado de las necesidades y por tanto del consumo.

Podríamos escribir miles de ejemplos procedentes de miles de inventos, pues al final todos siguen el mismo esquema: la creación de la necesidad, la creación de las necesidades derivadas y la recombinación entre necesidades no relacionadas a priori, todo con el objeto de incrementar el consumo. La publicidad se encarga de estimular todo el proceso. Por supuesto, aquí no hay espacio suficiente porque esto no es un libro.

Para quien no se haya dado cuenta todavía, este proceso es parte básica de la cadena del sistema que nos gobierna y del cuál ya adelantamos cuáles eran sus repercusiones más nocivas. Solo nos queda por tanto poner sobre la mesa las formas de objeción por las que debemos romper o intentar romper esta parte esencial de la cadena: consumir menos de todo, empezar a practicar el consumo moderado y ético, evitar las grandes superficies, que no son más que centros de formación de masas y anulación del pensamiento, tratar de no despilfarrar lo que se compre, y por supuesto, tratar de evitar la publicidad allá donde nos la encontremos. Esto en cuanto a la objeción, pero también hay fórmulas activas y equivalentes de actuar: fomentar el intercambio de objetos usados, el trabajo independiente y moderado, la vuelta a las actividades rurales y sencillas, con el fin de reducir las necesidades,etc.

Habrá quién diga que si se reduce el consumo demasiado, inevitablemente se reducirá la producción e inevitablemente se incrementará el paro. Esto por desgracia es una verdad que gusta mucho de difundir entre los prosistema, pero en el fondo no es más que una fórmula para alertar a la población de que no debe dejar de consumir. En el fondo no es más que una treta para que el control social siga anulando a las personas y frustrando su libertad y su espíritu crítico. Para quien de verdad desee ver un mundo más libre e igual se hace necesario el decaimiento de la ideología irracional del consumo. Pero por descontado se hace necesario que vaya acompañado de una transformación integral de todo, una transición del enredo en el que nos sume esta sociedad compleja hacia una sociedad sencilla.


2 comentarios:

  1. Hola,
    He leído este otros artículos tuyos aquí, y francamente debo decirte que me siento muy conectado con tus perspectivas y pensamientos.
    Creo que estamos llegando al punto cúspide de la esclavitud, puesto que estamos llevando al límite el recurso finito que es nuestro planeta.
    Hay poca conciencia (o casi nula) a nivel mundial sobre la importancia de la empatía con las especies no-humanas, pero tengo la sensación, o la esperanza, de que nuestra sociedad experimente un cambio interno antes de que nos autodestruyamos por completo.
    Muy buen trabajo. Sigue adelante. Yo te sigo también...
    Con afecto, desde Uruguay,
    Ignacio

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  2. Te doy las gracias Ignacio, pero te diré que la mayoría de la gente ni entiende ni quiere entender el porqué de las cosas. Yo por mi parte no tengo ninguna sensación de que esta especie pueda cambiar. Es un virus, y los virus no cambian. Un abrazo.

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