10 de marzo de 2013

Superpoblación: la antesala del caos (II)

Como ya anunciamos en la anterior entrada sobre este asunto, existe entre la gente un rechazo general a considerar como problema el hecho de que cada vez somos más personas vagando por el planeta. Asimismo, hicimos un recorrido histórico mostrando los efectos principales del crecimiento poblacional y comprobamos cómo éste es el causante directo de muchos de los males que nos afligen hoy en día. Pero ¿por qué esta tendencia desmesurada a crecer ilimitadamente? Es lógico pensar, ya que el ser humano es un animal más, que la tendencia a reproducirse obedece a una ley natural y que por tanto éste no hace más que lo que le dicta su instinto. Ahora bien, durante los primeros millones de años de su existencia, el ser humano apenas ha modificado el ambiente y ha participado del equilibrio natural como cualquier otra especie, y aunque crecía en número de personas muy lentamente, más por factores ambientales que por otra cosa, su impacto en el medio no fue significativo.  

Al mismo tiempo, dado que ésta especie se distinguía del resto por unos rasgos un tanto peculiares, tuvo una evolución totalmente distinta. Así, mientras durante millones de años se limitó a participar como uno más en el medio sin apenas cambios, en un corto período de tiempo en términos evolutivos introdujo importantes modificaciones en sus hábitos y una mejora en las técnicas que aceleraron a marchas agigantadas su capacidad de crecimiento poblacional. Esta época se caracterizó, como ya hemos contado en otros sitios, por la introducción de una noción básica: la capacidad de dominación del medio y de sus formas de vida, que le llevó a depender totalmente de sus recursos y a transformar lo natural en artificial.

A partir de entonces, la nueva noción de dominación embaucó al ser humano en la sospechosa idea del crecimiento infinito, con lo que a nivel cultural el meme del crecimiento se instauraba en las mentes de las personas como una meta racional. Así pues, nos encontramos no solo con una ley biológica que explicaría una parte de dicho crecimiento, sino que las primeras formaciones sociales irían encaminadas claramente a explicar dicho crecimiento a nivel cultural. La biología por tanto seguía su ritmo evolutivo, pero fue la cultura la que lo justificó ideológicamente. En aquella época en la que el hombre se dedicaba a experimentar, nadie podía darse cuenta de los efectos que tendría a largo plazo el crecimiento infinito. Los poderes fácticos tampoco ayudaron, pues solo obedecían a su naturaleza de riqueza y control, y fueron un obstáculo más que otra cosa. No solo eso, fueron conscientes de que cuanto más numerosa era la población más tendía a la irracionalidad y por tanto más fácil era de someter.

Es posiblemente la excepción del pueblo griego la que mejor rompa la tónica general. Sin saber las causas exactas de su preocupación, los griegos sospecharon de esta tendencia a crecer básicamente por su modo de vida moderado, pero además llegaron a comprender la incompatibilidad de una organización política estable con un elevado número de personas y en menor medida por el hecho de crecer más que de lo que se podía abastecer. Algunos legisladores como Solón aplicaron en la práctica dichas medidas cuyo fin era evitar el aumento desproporcionado de población (Malthus). Sin embargo, es complicado encontrar cuáles fueron las medidas que tomaron para controlarlo. Platón incluso se dio cuenta de esto, y así lo plasmó en la ficticia República que ideó, estableciendo el límite de habitantes en 5.040.

No fue ya hasta el siglo XVII y XVIII con la introducción de la demografía moderna, cuando varios expertos se dieron cuenta del problema que suponía el hecho de que la población crecía más rápidamente que los medios de subsistencia, aunque no estudiaron en profundidad los otros efectos de este crecimiento (probablemente porque casi todos los que teorizaron sobre ello pertenecían a las clases altas y estaban preocupados por el aumento poblacional en las clases más bajas). Todo lo más que hizo Malthus, que fue el recopilador principal, fue atribuir el peso de la culpa a los pobres y proponer como medida la abstinencia sexual y la castidad, por supuesto solo en las clases más bajas.

Con la llegada explosiva de la maquinización en las ciudades, el éxodo rural masivo de finales del XIX condujo definitivamente a un aumento descomunal en el número de personas gracias sobre todo al fuerte descenso de la mortalidad, conocido como la explosión demográfica, y es aquí cuando el crecimiento no solo se normaliza, sino que se convierte en la nueva ideología a seguir. A pesar de ello, no fue un hecho aislado, pues el paralelo sueño que ofrecía una vida atractiva en la ciudad y los acelerados cambios que ofrecía ésta acostumbraron en poco tiempo a las personas a la vida masificada, un mundo antagónico de las antiguas relaciones rurales. Así, este novedoso mundo que fomenta más que nunca la necesidad de crecer por crecer, y que ofrece una supuesta vida feliz entre sueños falsos e ilusorios, ha sentado sin darse cuenta las bases que conducirán al caos poblacional.

No es de extrañar entonces que tan poca gente se cuestione este hecho y de que hoy en día sea un tabú para la mayoría de la gente, acostumbrada ya a vivir entre millones de individuos desconocidos. Tampoco sorprende ya que incluso en Filipinas se haya celebrado el nacimiento del niño que alcanzó en 2011 la cifra de los 7.000 millones. Mientras en los países industrializados la tasa de natalidad desciende, sin embargo la población sigue subiendo. ¿Por qué? Pues porque por mucho que baje, ésta sigue estando más alta que la tasa de mortalidad que también tiende a bajar aunque de forma menos continuada. Además, dado que la ciencia sigue avanzando, también por cierto de forma ilimitada, la esperanza de vida se alarga y como la gente vive más, lógicamente habrá más personas viviendo a la vez.

En los países en vías de desarrollo, los países pobres, la explosión demográfica continúa en claro ascenso por su concentración de personas en el medio rural. Algunos países como China tomaron el siglo pasado medidas restrictivas para frenar el desproporcionado aumento de la población que sufría su país con la política de “un solo hijo por familia”. Ahora es la vecina India la que crece con más rapidez, hasta tal punto que prácticamente ha alcanzado ya a China. En principio, la densidad de la población y los movimientos de migración no influyen en el crecimiento demográfico (Ehrlich).

Sin embargo, desde el punto de vista ecológico (que hoy es el efecto más relevante en cuanto al daño causado) no es del todo cierto que el crecimiento demográfico sea un problema atribuible exclusivamente a los países en vía de desarrollo, porque el mayor impacto ecológico paradójicamente lo crean los países ricos que poseen más del 80 % de la riqueza mundial (un ciudadano americano de EEUU crea un impacto 280 veces mayor que un ciudadano de Haití o Ruanda). El mismo porcentaje se puede aplicar al uso de las energías y la contaminación en la atmósfera. Eso sí, el problema lo será en la medida que dichos países se sumen a la industrialización, ya que no podemos esperar la situación inversa, que los ricos bajen su nivel de vida para equipararse a los pobres. Para que esto ocurriera, nuestra conducta respecto al progreso tendría que cambiar radicalmente, algo que es poco probable que suceda porque sería  ir contra la evolución cultural de miles de años.

Los efectos reales que nos depara el hecho de que la población siga creciendo son indeterminados, pero se pueden vaticinar. El primero es el más importante, el que ya ha ido creando a lo largo de la historia: la nefasta estructuración social que a su vez es la que ha creado las enormes desigualdades entre ricos y pobres. El segundo se deriva de una ecuación lógica: si un número elevado de personas crean un impacto en la Tierra “x”, a medida que siga subiendo dicho número, el impacto será mayor (dado que no parece viable que a corto plazo se sustituyan los recursos no renovables por recursos renovables, Ehrlich). El mayor impacto y más dañino es el que destruye el suelo y los ecosistemas y el que provoca el agotamiento de los acuíferos. El tercero es que, aunque suene extraño, a medida que las naciones pobres más pobladas se enriquezcan y avancen tecnológicamente, el impacto se multiplicará entonces todavía más. El cuarto es otra deducción fatal: a medida que la población continúe aumentando desproporcionadamente en todo el mundo, las posibilidades para que sobrevenga una catástrofe nuclear o incluso natural se multiplican en gran medida.

Ante este panorama, y dejando al margen el progreso económico actual que no hará nada por revertir la situación, podrían establecerse dos medidas básicas de urgencia: o bien se motiva un descenso significativo de la población, o bien se propicia un fuerte descenso del consumo sobre todo en los países ricos. Pero mucho nos tememos que dichas reacciones nunca se van a dar, pues chocan con la propia naturaleza del progreso. Huelga decir que todas estas advertencias formuladas por expertos ecologistas, científicos y sociólogos chocan con los intereses económicos imperantes e incluso con los intereses sociales.

Si analizamos las dos posibles medidas llegaremos a la conclusión de que ninguna tiene visos de llevarse a cabo al menos de momento. Los obstáculos son numerosos y complejos, porque no solo habría que hacer bajar la natalidad considerablemente, sino hacer aumentar la mortalidad, algo más impensable todavía. Es curioso como incluso en la última fase del crecimiento demográfico, a medida que un país crea una supuesta prosperidad, mientras que la natalidad advierte un fuerte descenso no llega a ser nunca inferior a los índices de mortalidad que siguen también bajos, gracias al avance de la medicina. Pero al mismo tiempo, estos avances han conseguido alargar la esperanza de vida hasta tal punto que sea este otro factor crucial para el crecimiento.

El caso más significativo de intento de control de la población es el de China con su política restrictiva del hijo único, pero que solamente ha servido para que la población creciera más lentamente, además de haber creado un malestar a nivel social por su carácter coactivo y totalitario. Esto demuestra que estas medidas prohibitibas nunca funcionarían por su tendencia a despertar el malestar social y posibles conflictos, pero además dichas medidas tampoco resultarían eficaces si la ciencia sigue alargando la vida. Por otra parte, medidas claramente autoritarias como éstas chocarían con los derechos de las personas a reproducirse y crearían un clima desfavorable para la economía del país. En la misma línea, son los propios economistas los que advierten que si baja mucho la natalidad, existe un claro peligro de envejecimiento futuro, con las consecuencias negativas que podría acarrear para el progreso económico el hecho de tener menos jóvenes para mantener a más personas mayores. Las readaptaciones que se tendrían que hacer y que ya muchos inevitablemente están formulando parecen más improvisaciones que otra cosa, y anuncian un riesgo de inestabilidad social motivado por altos índices de desempleo y por ende, de miseria económica.

Mientras, en los países pobres, salvo el caso de China, es menos probable que pueda llevarse a cabo algún tipo de control. Mayoritariamente rural, la planificación familiar no suele funcionar, porque la tendencia es, al igual que hace un siglo en Europa, a tener cuantos más hijos mejor. Lo único que hace que este crecimiento sea menos significativo a nivel de impacto ecológico es que como ya dijimos, mientras estos países sigan viviendo a expensas de los ricos su nivel de endeudamiento será tan alto que nunca podrán desarrollarse y por tanto su impacto en el medio será mucho menos relevante. A medida que estos países fueran sumándose a la carrera del progreso y el crecimiento, como es el caso de China e India, y dado que poseen un volumen demográfico altísimo, obviamente el nivel de impacto ecológico se multiplicaría también.

No parece pues que haya posibilidad alguna de que de forma intencionada la población vaya a descender en ninguna parte del globo. ¿Y qué hay del decrecimiento del consumo en los países ricos? Pues menos todavía, aún siendo esta medida la más sensata de todas, en tanto que ayudaría a dar un respiro a los sistemas vitales de la Tierra. Para ello, la economía imperante tendría que cambiar de forma radical y abandonar de una vez por todas su fe en la competición y la acumulación material por la de una relación de cooperación y austeridad racional.

Pero no solo no hay posibilidad de que todo esto ocurra, sino que ni siquiera los estados lo desean por varias razones: una de ellas es que la amenaza de una sociedad futura envejecida es real; otra es que no existe ninguna forma intencionada de detener el avance científico que alarga la vida ni de aumentar drásticamente la mortandad (salvo hecatombe nuclear); otra quizás sea la oposición todavía muy poderosa de la Iglesia Católica a usar métodos anticonceptivos y por último, no existe, por descontado, ningún interés por parte de las grandes corporaciones de revertir el progreso y fomentar el decrecimiento.

¿Y qué podríamos esperar de los ciudadanos ante este problema ya que de los estados y las corporaciones no se puede esperar nada? En tanto que este problema siga siendo un tabú y las personas sean incapaces de ver las conexiones que hay entre el progreso económico, tecnológico y demográfico, y a su vez entre estos tres factores y los impactos en los sistemas vitales del planeta, poco se podrá esperar, pues la gente seguirá anteponiendo su deseo instintivo de tener hijos al hecho de no tenerlos, para contribuir al descenso poblacional. Pero no es suficiente bajar la natalidad hasta crecimiento cero o negativo, sino que al mismo tiempo habría que, o bien reducir la esperanza de vida, algo que nadie puede hacer de forma individual e intencionada, o bien influir en la comunidad científica para que no sigan avanzando, algo que tampoco pueden hacer los ciudadanos por sí mismos. Dicho lo cual, es más que probable que toda medida que se tomara fuera ya demasiado tarde, pues el círculo vicioso no solo opera con la misma fuerza o más que antaño, sino que ha creado un sinfín de nuevos problemas, a los cuáles más complejos que hacen más difícil todavía una solución. Resulta irónico que aquellos que expusieron el crecimiento económico y demográfico como el remedio de todos los males, no son conscientes de que probablemente sea la enfermedad que acabará por destruirnos.

Quizás si las circunstancias hubieran sido otras, el ser humano hubiera tenido la opción de plantearse las negativas consecuencias que acarrea el hecho de un crecimiento poblacional desproporcionado, no solo por el problema básico de reparto de los recursos, sino por la causa que lleva a ello: la creación de todo un aparato de poder que actuará por interés propio y que solo busca la forma de perpetuarse a sí mismo (esto es quizás lo que desde antiguo ha creado la desestructuración social). Esto demuestra que hubiera sido mejor prevenir antes que curar después. Los griegos se dieron cuenta pero pocos les hicieron caso. Quizás en un futuro lejano, cuando la hecatombe que pueda venir o la Naturaleza nos haya puesto en el lugar que nos merecemos por nuestra osadía de ponerla sobre las cuerdas, y en el caso de que los que sobrevivan, que serán, paradójicamente los que vivan en las zonas más empobrecidas, puedan replantearse las verdaderas causas del desastre, actuar con la racionalidad que le caracteriza a esta especie y evitar de nuevo caer en el error del crecimiento ilimitado y más aún de la nefasta noción de dominación del medio.



5 comentarios:

  1. Creo que el numero de habitantes del planeta no es el problema sino lo estupidos o inteligentes que podamos ser a la hora de organizarnos y vivir. El problema es la explotacion de la Naturaleza, a la que no damos tiempo a regenerarse, agotándola y exprimiéndola, y en ultimo termino la avaricia del ser humano. Por pocos que seamos, como esta demostrado por los paises ricos, cuyos habitantes conbstituyen una minoria, con tecnologia y avaricia se arrasa con todo.
    Por otro lado, si que te doy la razon y pienso que habria que tener pocos hijos y la poblacion no deberia aumentar mas. Creo que lo logico seria dos hijos por pareja ya que eso perpetua la especie sin aumentarla ni disminuirla (es decir un descendiente por individuo). Esta bien que hables de este tema porque la gente no lo tiene en cuenta, pero creo que es un error achacarle todos los males humanos, ya que el origen de estos esta en la estupidez y la falta de amor.

    ResponderEliminar
  2. Precisamente he tratado de sentar las bases a través de la historia para argumentar que a más población más dificultad para organizarse. De hecho, el crecimiento demográfico, ya sea gradual o explosivo crea y perfecciona los sistemas de jerarquías, afianza el concepto de propiedad privada, el esclavismo, las guerras, la opresión y en última fase la industrialización, el urbanismo y las sociedades de masas. Y no por ello quiere decir que el ser humano tenga que ser necesariamente estúpido, sino que por una serie de facotores ajenos a él, se han desarrollado formas de organzación tremendamente complejas y desiguales. No quiere decir esto tampoco que todos los males haya que achacarlos al crecimiento demográfico, pero sí es una de las primeras causas. En antropología económica, la teoría de la "presión demográfica" dice que en la época primitiva se dio un desequilibrio entre el aumento paulatino de personas y los recursos disponibles, y esto propició la sustitución forzosa y posteriormente extensión de una economía productivista por la economía depredadora reinante de la caza y recolección (Nathan Cohen).

    En cuanto al problema más acuciante y actual del impacto en el medio, efectivamente son los países ricos, que representan apenas el 10 o 15 % de la población quienes mayor daño crean con su elevado consumo, pero debemos tener en cuenta que para ello necesitan la "ayuda" de los países "servidores", que son los que proporcionan, mediante mano de obra esclava la extracción de metales y minerales, de gas, petróleo, electricidad, carbón, bosques tropicales, etc. Los países ricos fundamentalmente son los consumidores pero quien produce toda ese entremado tecnológico tan perjudicial para el medio son principalmente los pobres.

    En la práctica los dos hijos por pareja no hace bajar la población ni siquiera en los países desarrollados (mira España, cuya media es menos de dos y sigue subiendo, lentamente pero subiendo) por el hecho de que la mortalidad ha bajado tanto gracias al avance en medicina al situarse por debajo de la natalidad. También ha tenido que ver el aumento de la esperanza de vida. Y ¿quién va a querer morirse antes de tiempo, si nos venden que tenemos que vivir cuantos más años mejor, aunque estemos hechos polvo? Creo que en este contexto, con el poco interés que tiene la gente en este problema y salvo hecatombe o guerra nuclear, la población solo podrá crecer hasta cifras impensables. De momento lo sigue haciendo.

    ResponderEliminar
  3. luisvillavicencio25 de marzo de 2013, 4:57

    He hecho un comentario largo y esta mierda me lo ha borrado... en fin, resumire lo que habia escrito.
    Creo que el principal problema no es el numero de gente sino la centralizacion del poder. Somos 7.000 millones, y el problema es que somos dominados por unos pocos, por el 1 por ciento de la poblacion. Esto es un absurdo.
    La solucion seria que los individuos aprendieran a autoorganizarse y autogestionarse de forma que, aunque una ciudad cuente con 3.000.000 individuos, esto fuera irrelevante ya que se organizarian en pequeñas comunidades.
    Imaginate un mundo repleto de millones de comunidades independientes similares a las indigenas relacionandose entre si de forma libre y autonoma.
    Puede parecer una utopia, pero no lo es mas, como tu mismo reconoces, que llegar a un acuerdo global para hacer descender la poblacion, por el simple hecho de que yo no me voy a suicidar, no voy a matar a nadie, ni voy a aceptar tener el numero de hijos que papa estado me imponga como sucede en china.

    ResponderEliminar
  4. Bueno, las comunidades indígenas no se relacionaban precisamente entre sí: tenían más bien una estructura social familiar y todo extranjero era considerado enemigo al ser desconocido. Eran -o son- libres y autónomos pero dentro de la tribu.
    Idear un mundo futuro libre es muy enriquecedor, nos ayuda a reflexionar, pero para alcanzarlo, o al menos tender a ello, debemos analizar cual es la realidad y sobre todo, porqué hemos llegado hasta aquí, es decir, escarbar en la raíz, averiguar las causas de todo este desastre. Pero causas y consecuencias están siempre relacionadas, y un número de población alto siempre contribuye a más centralización, más facilidad para dominar, mayor desigualdad y más complejidad; para ello solo hay que leer la historia y verás la relación. Ante esto yo pregunto: si esto tiene una relación directa, ¿cómo podemos esperar que en un futuro no la tenga?, es decir, ¿cómo pueden vivir miles de millones de personas de forma libre e intercomunicadas entre sí? No podemos ignorar esto ni subestimarlo. Todas las especies han mantenido siempre un equilibrio en su población, salvo la humana. ¿Cómo controlarlo? Yo a eso no tengo la respuesta.
    Por otro lado, no creo que sea exacto decir que el 1 por ciento domina al resto solo porque posean el 80 ó 90 por ciento de la riqueza. En realidad la dominación humana está en todos y cada uno de los ámbitos de la vida, es como si fuera una pirámide de poder, en donde según el poder adquisitivo que tengas, mandas más que el de abajo -y además gozas de más privilegios-, hasta terminar en los animales, que son los más dominados y sometidos, y por tanto lo más bajo y despreciable. Todos nos aprovechamos los unos de los otros, tanto el rico del pobre, como el banquero del ciudadano, asi como el empresario de su cliente, y también el humano del animal no humano.

    ResponderEliminar
  5. No estoy de acuerdo con Luis en que el problema no es el numero de personas que somos en el mundo. Porque si lo plantes como algo simple: vale, todavía caben muchos mas, podemos convivir mas personas si la organización es buena(como tu dices), a parte de que obviamente sabemos que la organización no es buena, pero ese no es el problema. El problema es que cuantas mas personas somos mas espacios naturales devastamos, por lo tanto si la población sigue creciendo seguiremos explotando las pocas zonas virgenes que quedan en el planeta. Y es evidente que no podemos vivir sin naturaleza, por lo que debemos considerar la necesidad de que haya un tanto por ciento de zonas verdes por cada habitante en este mundo. Mi opinion es que aunque todos los seres humanos estuviéramos bien repartidos, todos tuviéramos comida suficiente para sobrevivir y viviéramos dignamente pero la población siguiera creciendo llegaría un momento en que el espacio se cubriría por completo y eso significaría acabar con todos los recursos, y si no hay recursos no se pueden repartir, ni de forma equitativa ni de forma desigual. seria imposible la existencia

    ResponderEliminar